lunes, 29 de septiembre de 2008

POR EL DERECHO A DECIDIR

La niña sin nombre, pobre, de 12 años ha sido obligada (manipula­da) a seguir con un embarazo pro­ducto de una violación, hecho re­pudiado desde muchos espacios como una violación a los dere­chos humanos.

Sin embargo, el juez, el cura, y el médico se ali­nean en el no respeto a este dere­cho contemplado desde el Códi­go Penal y desde tratados y con­venciones que tienen jerarquía constitucional en nuestro país.

Es­te pacto patriarcal que no respeta leyes e impide que se implemen­ten políticas públicas a favor de las mujeres nos hace ver que la maternidad, tal como la tratan la sociedad y la religión, deshumani­za a las mujeres, mientras que el aborto las humaniza.

Un embara­zo es visto como si fuese natural sin tener en cuenta el pensamien­to y las relaciones con esa capaci­dad biológica ni la coerción o la violencia con que se ha produci­do. Todavía falta un largo camino para lograr la separación entre las políticas del Estado y los postula­dos de la Iglesia en lo referente a los derechos sexuales y reproduc­tivos incluyendo el aborto induci­do.

La Iglesia continúa ejerciendo una fuerte oposición a los proyec­tos que piden la despenalización. La jerarquía eclesiástica no se ha adaptado a la realidad de las mu­jeres, ni al hecho de que un gran porcentaje de los/las creyentes católicos/as no está de acuerdo con sus postulados sobre el abor­to.

Me pregunto cuántos casos realmente existen por cada uno que toma estado público donde se niega el aborto cuando es legal o no punible. El Estado debe for­mar jueces, médicos/as, docentes en relación con los derechos hu­manos de las mujeres.

Hasta hace poco este irrespeto dejaba a los autores gozando de absoluta impunidad. Sabemos que hay cinco médicos imputa­dos en Santa Fe por no atender la salud de Ana María Acevedo que murió de un cáncer no tratado debido a que no fue considerada digna de derechos y se privilegió la vida en gestación.

El caso conocido en 2006 como LMR, la joven discapacitada embarazada por una violación, aun teniendo autorización judicial (que no es necesaria) le negaron el aborto obligándola a recurrir al circuito clandestino, exponiendo su salud y su vida.

Hoy el caso ha sido ad­mitido en el Comité de Derechos Humanos de la ONU y el Estado reconoce que se violaron dere­chos humanos.

Cuántos casos más necesitaremos para que se regule desde el Ministerio de Sa­lud de la Nación el aborto cuando es legal, cuántos tendrán que lle­gar a las Cortes nacionales e In­ternacionales para que el Parla­mento regule por ley lo que es ob­vio, destrabando las trabas buro­cráticas e ideológicas.

La penali­zación del aborto afecta de ma­nera distinta a mujeres según sus recursos económicos, discrimi­nando a quienes por carecer de medios deben recurrir a un abor­to inseguro.

Al Estado le corres­ponde garantizar los derechos fundamentales y promover la jus­ticia social mediante políticas y leyes adaptadas a la realidad so­cial, sin pretender imponer una sola verdad.

por Marta Alanís (Católicas por el derecho a decidir)
Publicado por Miradas al Sur